domingo, 14 de marzo de 2010

Secretos a voces

Hay que saber guardar un secreto. Eso lo sabemos todos y mucho más aquellos que nos dedicamos a la profesiones jurídicas en general y a la abogacía en particular.

Pues parece que no todo el mundo lo tiene claro, teniendo en cuenta con qué facilidad tienen acceso al contenido de las actuaciones judiciales declaradas secretas algunos medios de comunicación, que nos entregan los entresijos de las investigaciones en curso como si de los antiguos folletines por fascículos se tratara. Luego cuenta tú algo de un sumario secreto, a ver lo que te pasa...

Todos sabéis a quién me refiero. Sí, a ése. No es que sea el único, pero es el que más.

Pero hay algo aun peor, no sólo se revelan secretos de sumario a los cuatro vientos (hace unos días un diputado regional del PSOE exhibía en la Cámara un informe que sale de un sumario secreto sin la más mínima vergüenza), sino que, además el aparato de la Justicia se nutre de pruebas obtenidas por medios claramente ilegales, como la intervención, grabación e inclusión a los autos de las conversaciones entre abogado y cliente en los locutorios de la prisión. Es sólo mi opinión, sí, y la de otros muchos por cierto, como Paloma Llaneza, a la que le agradezco expresamente su apoyo.

Como algunos ya sabéis, yo soy uno de los escuchados en conversaciones plenamente amparadas por el secreto profesional. No me he querido meter antes en este charco porque creía que había que ser un poco más discreto que aquéllos a quienes me enfrento, pero lo cierto es que el tema me quema por dentro desde hace mucho y esta mañana tenía un hormigueo en las yemas de los dedos, que sólo se me ha pasado en cuanto he empezado a teclear esta entrada.

No puede haber democracia sin derechos, ni derechos sin una efectiva tutela judicial, ni ésta existe sin un adecuado derecho a la defensa y, finalmente, el derecho a la defensa incluye como uno de sus elementos esenciales el secreto profesional. Esto es, en pocas palabras, lo que pienso sobre el tema.

Cualquier otra cosa son mangoneos, enjuagues propios de quien intenta la cuadratura del círculo para darle una pátina de democracia a lo que no es más que una vulneración del derecho a la defensa como un castillo de grande. Así lo han visto la Asociación Internacional de la Abogacía, el Consejo General de la Abogacía Española y el Colegio de Abogados de Madrid (aunque habría que comentar alguna cosa respecto al temple que ha tenido el Colegio) .

Y esto es así aquí y en cualquier país del mundo que sea democrático de verdad y no una república bananera, que es hacia donde vamos a una velocidad cada vez mayor.

Los derechos son de TODOS los ciudadanos: buenos, malos y regulares, así que ya está bien de tener que aguantar al Presidente del Gobierno, la Vicepresidenta, el Ministro de Justicia, periodistas, polemistas, la portera, etc.. decir que esos del Gürtel son unos hijos de p..., fachas, caca-culo-pedo-pis y se merecen lo que les venga y los abogados forman parte de su trama y bla bla bla...

Así parece haberlo entendido el TSJ al declarar nulas esas escuchas, pero aun queda mucho por hacer. Y lo haremos, pese a quien pese, incluyendo a quienes no creyeron oportuno subirse a este carro antes y que, probablemente, pronto se subirán con entusiasmo, anunciando a los cuatro vientos que siempre estuvieron allí. El tiempo pondrá a cada uno en su sitio.

En cuanto a los abogados, he de decir que no tengo la más mínima duda de su altísima talla profesional, de su honestidad y de su coraje a la hora de enfrentarse a esta caza de brujas sin la más mínima ayuda de nadie. Yo estoy con ellos, en su bando, sin matices, porque creo en ello y no quiero mirarme al espejo con vergüenza de mí mismo. Por eso estaré siempre frente a aquél que intente pasarse los derechos (de todos, insisto) por el arco de la conveniencia profesional, política o mixta.

Los que quieran abrir fuego, ya saben en que trinchera estoy yo.